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Robert Martinez
(econobolsa) |
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El deterioro de las condiciones financieras se aceleró marcadamente en septiembre de 2008 |
La conmoción que ha asolado persistentemente a los mercados financieros y de crédito de todo el planeta desde mediados de 2007, se agravó en septiembre de 2008, cuando repentinamente, se produjo el colapso de grandes instituciones financieras, primero en los Estados Unidos y luego en Europa. La crisis se ha propagado con rapidez a los mercados emergentes y ha generado el temor de que el sistema financiero internacional corra un riesgo sistémico. La creciente preocupación por el riesgo de contraparte ha causado perturbaciones en los mercados de crédito, especialmente en los mercados interbancarios y de papeles comerciales.
A principios de año, los bancos de primera línea todavía podían atraer a nuevos inversionistas en un esfuerzo por reconstituir su base de capital, que se había erosionado debido a las importantes pérdidas derivadas del gran volumen de los castigos contables respecto de valores con garantía hipotecaria y otros activos. En marzo, sin embargo, el colapso de Bear Stearns, la sociedad de valores cuyo activo total la situaba en el séptimo lugar del mundo, asestó un duro golpe a la confianza de los inversionistas. En septiembre y octubre, las autoridades de los Estados Unidos y Europa tuvieron que adoptar medidas extraordinarias, entre ellas: grandes inyecciones de liquidez; disminuciones coordinadas de las tasas de interés oficiales; la adquisición de grandes instituciones financieras; aumentos de las garantías de depósitos, y planes para adquirir activos financieros sujetos a riesgo (por ejemplo, el Programa de recompra de activos en problemas, o TARP por su sigla en inglés), con el objeto de invertir en bancos comerciales e intervenir en los mercados de papeles comerciales
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